Daniel Rafecas
El juez federal Daniel Rafecas frente a su novela Pinche (Matias Arbotto)

La escena surge espontáneamente y el juez se queda unos segundos pensando, tratando de encontrar los porqué. Sobre el final de la tarde de un jueves, Daniel Rafecas se acerca hasta su confitería preferida para hablar con Infobae sobre los detalles de la novela Pinche, la historia que publicó este año para inaugurar un camino en la literatura después de tantos libros de Derecho e investigación. En medio de la charla, un hombre con boina y una coqueta barba se para a una mesa distancia, le sonríe con un guiño y se acerca a darle la mano. “Te felicito por la carrera”, le dice. Rafecas se sonroja y agradece. Mientras el hombre se va, el juez federal se queda detenido mentalmente en ese saludo. No puede creer quién termina de cruzarse en su vida, justo en este momento. Es su profesor del secundario a quien no ve hace 35 años: su profesor de literatura.

Rafecas no quiere hablar de Justicia. Aunque es difícil no hacerlo: su novela está centrada en el corazón de Comodoro Py 2002 -su hábitat desde hace dos décadas- y sus personajes podrían ser cualquiera de los que transitan esos pasillos.

Pinche nació en la insistencia de su hermano, Diego Rafecas, director, guionista y productor de cine que murió en 2017 a los 46 años tras una infección que lo tuvo más de medio año internado en un sanatorio privado. Diego ya venía de tener varios éxitos pero en cada encuentro familiar le decía a su hermano juez que tenía que ayudarlo a dar con una buena historia. “Todos esos años me empezó a instigar a que le dé una idea o una trama para que pueda reflejarla en una película de suspenso policial- judicial. Él, con toda lógica, me decía ‘vos estás ahí en tribunales desde los 20 años, escuchaste un montón de historias, participaste en tantos casos… Con alguna podríamos hacer un guión’”, recuerda.

Daniel Rafecas
Daniel Rafecas (Matias Arbotto)

Al principio no le daba bolilla, pero la insistencia lo obligó a prestar atención. Fue entonces cuando empezó a pensar en una trama. El disparador fue un decreto firmado por el Gobierno Nacional en donde dispone que se convierta en sustancia regulada la compra de pseudoefedrina que se usaba para hacer anfetaminas. El tema ya era visto un problema en el mundo judicial y en distintos papers de la DEA y el FBI: ese material terminaba en manos de los carteles de México. La historia del triple crimen de General Rodríguez lo dejó expuesto.

“Cuando salió ese decreto, eso yo dije acá hay una historia para mi hermano. Era obvio que si esa provisión de material estaba paga y se cortaba la rueda, alguien iba a protestar”. Le llevó entonces la historia a Daniel y comenzaron a trabajar en el guión. La trama, los personajes, todo comenzó a cerrar. Incluso almorzaron con un actor que ya estaba destinado a encarnar a Pinche. “Estábamos entusiasmados pero lamentamente cayó en un problema grave, estuvo como ocho meses internado… No salió nunca”.

Para ese entonces el bosquejo se había convertido en un guión de 100 páginas. Lo habían seguido trabajando en el hospital. Y había caído en las manos de una editora de Planeta que le vio potencial y le ofreció publicarlo. Pero el proceso no fue inmediato: en medio del duelo, las causas, la pandemia y la adaptación de un guión a un libro, “Pinche” recién se terminó en 2022 y tuvo que esperar su turno para salir a las librerías.

En los pasillos de tribunales, Daniel Rafecas (Archivo/ Nicolás Stulberg)
En los pasillos de tribunales, Daniel Rafecas (Archivo/ Nicolás Stulberg)

En ese proceso, Rafecas -el juez- aprendió cosas. “El proceso de construcción de una novela es muy divertido, gratificante en comparación con el trabajo encorsetado de mi actividad profesional. Y al trabajar con esta novela me pasó algo. Lo dejo entrever al inicio, al citar a Luigi Pirandello en ‘Seis personajes en busca de un autor’. Me pasó que los cuatro o cinco personajes centrales habitaban adentro mío. Yo había leído esa obra con este profesor (el que apareció a saludarlo en la mesa) pero recién puedo entenderlo ahora: que los personajes conviven adentro tuyo y pugnan por salir. Por mucho tiempo no pude terminar la novela y ellos estaban impacientes por salir al mundo. La publicación de la novela fue liberador. Se terminó esa sensación. Ahora conviven con los lectores”. Igual, no descarta la idea que esos personajes vuelvan a cruzarse en el futuro.

“Cronológicamente la historia se ubica en los primeros años del 2010. Ahora ya no hay expedientes de papel”, dice Rafecas. Hay muchos guiños al mundo judicial, pero “lo que pretendo es que sea una novela para cualquier persona, que le abre las puertas a alguien de cómo se manejan los tribunales”.

Rafecas entró a los tribunales como meritorio. Había terminado el servicio militar y cursaba el segundo año de Derecho. Su mamá era prima de un juez de sentencia y lo fue a ver para pedirle si podía tenía trabajo para su sobrino. La historia de muchos en tribunales. Estuvo seis meses trabajando sin cobrar hasta que hubo una licencia por embarazo y tuvo la posibilidad de convertirse en “pinche”, el último en el escalafón de la pirámide de la carrera judicial. Después vendría recibirse, ascender, concursar, ser juez.

En 2024 juró como titular del juzgado federal 3. Allí lo esperaba la causa por los sobornos en el Senado que revolucionó el gobierno de Fernando de la Rúa. También el desafío de investigar los crímenes del Primer Cuerpo del Ejército con tras la caída de los indultos de Obediencia Debida y Punto Final. En su juzgado recayó la denuncia que impulsó el fiscal Alberto Nisman contra la entonces presidenta Cristina Kirchner por el Memorándum con Irán, que él desestimó por entenderlo una decisión política no judiciable. Investigó el enriquecimiento ilícito del ex secretario de Obras Públicas del kirchnerismo José López, atrapado con casi 9 millones de dólares en un convento y una de los capítulos por el caso Odebrecht.

Apenas aterrizó en la Casa Rosada, el entonces presidente Alberto Fernández lo propuso para ser Procurador General de la Nación. Su pliego nunca llegó a debatirse en el Senado que encabezó Cristina Kirchner. En el medio hubo intentos para cambiar las formas de aprobación de la jefatura del Ministerio Público que Rafecas advirtió públicamente que no iba aceptar. Sin embargo, ya en 2019, Rafecas concursó y ganó uno de los concursos para ser nombrado en la Cámara Nacional de Casación Penal, un tribunal que tiene la mitad de sus sillas vacías. El Gobierno de Javier Milei planeaba enviar su pliego al Senado, en un paquete grande de otros candidatos para distintos cargos. Eso no está descartado pero aún no sucedió.

“Aunque escribir me entusiasma, sigo ocupado en mi trabajo judicial. Tengo que encontrar el momento para volver a hacerlo. Ahora estoy enfocado en cubrir la subrogancia del juzgado federal 6 (esta semana fue sorteado para estar al frente de ese juzgado, que tiene la causa AMIA) y con la expectativa de un ascenso en la Cámara Nacional de la Casación de la Ciudad para dar un cierre a mi actividad como juez de instrucción después de 20 años”, dice.

Daniel Rafecas
«El proceso de construcción de una novela es muy divertido, gratificante en comparación con el trabajo encorsetado de mi actividad profesional», dice Daniel Rafecas (Matias Arbotto)

“Más allá de la ficción, para mí el futuro de la magistratura está por el lado femenino, por el lado de las mujeres, por el acceso de las mujeres a los cargos judiciales. Y un poco la construcción de la jueza Fabiana Paizar proyecta ese anhelo -afirma Rafecas-. Traté de construir un personaje que justamente refleja eso. Por un lado lo que le cuesta a las colegas mujeres llegar al cargo de juez, sostenerse, hacerse respetar, que se cumplan sus directivas… Y por el otro la vocación, la templanza, la sensibilidad. Todo eso está reflejado con el personaje de la jueza que es con quien yo, como autor, me identifico dentro de la trama”.

Aún teniendo en cuenta que la historia transcurre hace por lo menos una década, el llamado techo de cristal en el Poder Judicial sigue esperando romperse: las últimas estadísticas demuestran que a las mujeres les cuesta mucho más que a los varones llegar a la magistratura. “Aunque el personaje del pinche me pueda caer simpático y haya aspectos de su vida que me parecen interesantes como su afición a Borges, mi personaje favorito es el de la jueza. Creo que el futuro del Poder Judicial viene por el lado de las mujeres. O si se quiere… el rescate del Poder Judicial”, dice Rafecas.

¿Y qué pasa con la mala imagen del Poder Judicial? “No sé si eso alguna vez se va a poder lograr, porque eso depende de tantos factores…Depende tal vez más de que los medios presentan la labor judicial de lo que realmente hagamos. También cómo nos trata la política. Eso ha sido histórico”.

La relación con la prensa es algo que viene con el cargo cuando se entra a Comodoro Py. Y a lo que también alude Rafecas cuando describe a la jueza Paizer, que recién aterrizada en el juzgado federal 14 – hoy existen 12- se enfrenta con el desafío de intentar develar quién estuvo atrás de una balacera que dejó siete muertos y muchos interrogantes. “Con 20 años como juez federal, sin haber estudiado, me siento como si hubiera terminado un doctorado con la relación con los medios de comunicación y la dinámica en relación a las noticias judiciales. Disfruté mucho de traer a colación ese aspecto a la novela. Porque, tal como le pasa a la jueza Paizer, al principio sí hay una obsesión de los medios por la noticia y después eso decanta”.

Cuando le preguntan quién tiene que leer el libro, Rafecas no lo duda: “los amantes de las novelas policiales, judiciales. Y si yo trabajara en Comodoro Py no me lo perdería. Hay mucha gente que lo ha leído… Traté de ser cuidadoso en ese sentido, que ninguno de los personajes pueda llevar a pensar que está inspirado en alguien. Por eso lo del juzgado inexistente”.

Algunos se preguntan si ahora el libro podría llegar a convertirse en una película. Rafecas sonríe. “Probablemente. El elogio más recurrente es que leerlo es como mirar una película. Sería una manera de cumplir el proyecto original. Y un homenaje a mi hermano. Sería un lindo cierre… Es más: sería un acto de justicia”.