Integrantes de cooperativa de vivienda La Morada. (Cedida a Infobae)
Integrantes de cooperativa de vivienda La Morada. (Cedida a Infobae)

El elevado precio de los alquileres y la imposibilidad de comprar una vivienda en Barcelona han llevado a un grupo de mujeres y miembros del colectivo LGTBI a crear una cooperativa feminista y de cuidados para la construcción de un bloque de pisos en el barrio de Roquetes, un lugar al que esperan poder mudarse en noviembre después de seis largos años de trabajo en equipo. Aparte de los precios prohibitivos, este grupo de personas optó por un modelo de cooperativa en cesión de uso porque no querían formar una pareja tradicional para poder comprarse una vivienda y rechazaban la idea de envejecer solas. Con ese objetivo surgió La Morada.

“Hay otras cooperativas de vivienda, pero la mayoría están pensadas para parejas y familias, así que La Morada es un proyecto pionero por su mirada feminista y LGTBI. Nosotras nos planteábamos cómo compartir la vida más allá de la pareja o la familia nuclear, porque los cuidados y los afectos no solo se organizan en torno a eso, y queríamos una vida más comunitaria para acompañarnos también en el envejecimiento”, explica Sara Barrientos, miembro de la cooperativa, a Infobae España sobre los orígenes de este proyecto, y recuerda que la soledad no deseada y la falta de redes son algunos de los problemas más comunes a los que se enfrentan las personas mayores del colectivo LGTBI.

Aunque las cooperativas de viviendas permiten a sus socios acceder a una casa a un precio más accesible en comparación con el modelo tradicional de propiedad y alquiler, este modelo también tiene sus dificultades. Es un camino largo el que hay que emprender para buscar terreno y obtener el préstamo para empezar a construir, una etapa en la que suelen surgir roces entre los cooperativistas. En el caso de La Morada, explica Barrientos, al ser un proyecto de pequeño tamaño, “los gastos se han incrementado más de lo que pensaban en un principio” y la activista destaca también la importancia de disponer de tiempo para poder dedicarlo al proyecto.

“No todo es perfecto en el cooperativismo. Realmente hay que tener tiempo y tal vez no todo el mundo puede permitírselo, sobre todo si se tienen cargas familiares”. Aún así, el esfuerzo ha merecido la pena y ahora esperan poder mudarse en breve.

El edificio de La Morada. (Cedida a Infobae)
El edificio de La Morada en Barcelona. (Cedida a Infobae)

Derecho de uso durante 70 años

Las cooperativistas de La Morada tendrán derecho de uso de las viviendas durante 70 años, es decir, durante el resto de su vida, ya que la mayoría de usuarias ronda los 40 años de edad, pero la propiedad es de la cooperativa: nadie puede vender ni alquilar la casa a terceras personas. “Es una manera totalmente diferente de entender el acceso y la tenencia de la vivienda”.

Estas usuarias han dado una entrada que unos 27.000 euros, una cantidad que se recupera en el caso de que decidan irse, y después pagarán cuotas mensuales de entre 700 y 800 euros. En ese sentido, Barrientos asegura que uno de los grandes retos de la vivienda cooperativa es “la accesibilidad para aquellas personas que no pueden reunir ese monto de dinero”, poder crear una especie de cajas de solidaridad para que se pueda hacer un adelanto cuando alguien no disponga de suficientes recursos. No obstante, comprar una vivienda de obra nueva a través de una cooperativa abarata su precio sobre un 20%, ya que al eliminar la figura de la empresa promotora, el inmueble sale a precio de coste. Además, el ahorro en intereses que se consigue ronda los 40.000 euros.

La arquitectura de La Morada, que cuenta con apartamentos de diferente tamaño, también favorece la vida en común con espacios de trabajo, de cuidados y de ocio como una terraza, cocina comunitaria o una sala coworking, aunque buscando el equilibrio, aseguran, con los espacios privados.

Cooperativistas de La Morada. (Cedida a Infobae)
Cooperativistas de La Morada. (Cedida a Infobae)

Una opción poco conocida

Otra peculiaridad de este proyecto es que está ubicado en suelo privado, aunque al ser propiedad de La Dinamo, una fundación dedicada a la promoción de la vivienda cooperativa, en realidad “están ganando terreno a la especulación”. “Estamos librando suelo del mercado privado para convertirlo en vivienda con una mirada social y no especulativa”, aclara. La activista también explica que aunque en Cataluña, principalmente en Barcelona, se han aprobado en los últimos años cesiones de suelo para los proyectos de cooperativa de vivienda dentro de los programas de promoción del acceso a la vivienda, estas opciones aún son bastante desconocidas para buena parte de la población. Sin embargo, este modelo sí está consolidado en países con mayor recorrido como Holanda, Austria, Suiza, Uruguay o Canadá.

Según datos de la Confederación de Cooperativas de Viviendas y Rehabilitación de España (Concovi), en 2022 había un total de 10.799 viviendas de cooperativas, un 14% menos que en 2021, cuando se alcanzó la cifra más elevada hasta la fecha con 12.649. Esa disminución de viviendas, explican desde la organización, fue debida a los problemas de suelo y reducción de oferta constructiva.