¿Cuántas veces pensás que hace falta escuchar una mentira para que creas que es cierto? La repetición de algo, ¿altera la verdad? ¿Lo vuelve real? Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.
El sesgo de verdad ilusoria o el Illusory Truth Effect en inglés, es nuestra tendencia a creer que algo es correcto o verdadero simplemente porque fuimos expuestos a ello muchas veces. El ejemplo perfecto lo vemos en las redes sociales, con el “que en paz descanse” a un famoso. Cientos de usuarios envían sus condolencias, generando una bola de nieve, hasta que el o la famosa, que efectivamente tomamos por fallecido, sale a aclarar que era falso.
Esto es lo mismo que pasa con las fake news, los mensajes de WhatsApp reenviados 500 veces, o esas conversaciones muy flojitas de papeles que en la vida real serían difíciles que sucedan. El famoso: “Si pasa, pasa”. Pero todas estas acciones vienen desde hace muchísimo tiempo.
Son afirmaciones muy famosas, como por ejemplo: que usamos el 10% de nuestro cerebro, que un rayo solo cae en una vez en el mismo lugar o que si mezclas sandía con vino te da un ACV. Esto tiene mucho que ver con un sesgo que ya hablábamos acá, que es el de la mera exposición. Cuanto más estamos enfrentados a un hecho, cuanto más se repite y con mayor frecuencia, más tendemos a creer que eso es verdad.
Para entender por qué pasa esto, tengo que mencionarte tres conceptos que son clave: familiaridad, fluidez cognitiva y atajos mentales. Te tiro un ejemplo, cuando escuchamos muchas veces una canción, esa canción se vuelve familiar. Al principio ni la conocés y quizás ni te gusta. Luego te aprendés la letra y la empezás a tararear. Después, cantas la canción con la letra. Y finalmente: te volvés fanático y la cantás a los gritos.
Nuestro cerebro funciona de una manera bastante parecida a la situación que acabo de describirte. La repetición hace que algo se vuelva familiar y el hecho de volverse de esa manera, se asocia a que es verdad. Como si la verdad funcionara por acumulación.
Esto tiene que ver con una herencia evolutiva de nuestro cerebro, que significaba que las cosas familiares de alguna manera no nos generaban peligro y no había problema con estar expuestos a ellas.
Además, la repetición facilita lo que llamamos la fluidez cognitiva. Este concepto nos dice, básicamente, que cuanto más escuchas algo, más fácil es procesar esa información. Y nuestro cerebro lo interpreta como una señal de que la información es confiable y precisa.
Nos pasa en la calle, cuando hacemos siempre los mismos recorridos, los negocios que pasamos de largo en el camino se vuelven casi invisibles. La repetición hace que esa información se grabe en nuestro cerebro, se vuelva más frecuente, más común, más segura y, de alguna manera, todo continúe igual.
Y finalmente hay que agregar los atajos mentales, que son una heurística. Una manera de tomar decisiones, de forma ágil y rápida, que tiene nuestro cerebro para elegir nuestras acciones todos los días.
En este caso, la familiaridad y la frecuencia hacen que los atajos mentales consideren que informaciones que son falsas, por el simple hecho de verlas todo el tiempo, terminen asociándose como verdaderas.
Este sesgo fue estudiado en 1977 por tres psicólogos, Lynn Hasher, David Goldstein y Thomas Toppino. Lo que querían ver era, justamente, si la frecuencia con la que veíamos hechos verdaderos y falsos influía en la manera en que las personas terminábamos incorporándolos a nuestra mente. ¿Qué sucedió? Hicieron un experimento con estudiantes, que fueron expuestos ante distintas afirmaciones, hechos históricos y científicos.
Estas afirmaciones eran, por ejemplo, que Ernest Hemingway ganó el premio Pulitzer por su libro El viejo y el mar. Y la otra era que el Museo del Louvre en París es el más grande del mundo. La primera es verdadera, la segunda es falsa.
Lo que ocurrió durante el experimento es que los alumnos fueron expuestos ante estas afirmaciones con diferente frecuencia. La falsa, obviamente, tuvo mayor presencia. ¿Qué sucedió cuando terminó el análisis y qué descubrieron? Que aquellas expresiones que habían sido más repetidas en el estudio, terminaron siendo incorporadas por los alumnos como verdaderas.
Este hallazgo demostró que las repeticiones, efectivamente, impactan sobre nuestras creencias, incluso cuando son completamente falsas. Hoy, con Internet y la sobreabundancia de información que hay, particularmente fake news y teorías conspirativas, somos especialmente susceptibles a ser víctimas de este tipo de información podrida.
Por eso te dejo tres tips para luchar contra este sesgo:
- Usar diversas fuentes ante cada hecho que veas y que te llame la atención. Chequea y fijate si efectivamente se corrobora o no lo que acabas de leer en un lugar.
- Usa herramientas digitales, que están a disposición y son gratuitas, para chequear la información. ChatGPT o Google, definitivamente, están para ayudarte a transitar la incertidumbre.
- Cuestioná y reflexioná la información que tengas: tomate un microsegundo antes de reenviarlo y pensá si efectivamente, lo que estás leyendo, te parece que tiene sentido. O no lo tiene.
*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.