Al término de la ronda de testigos y antes de escuchar los pedidos de condena en su contra, José Alperovich, el ex gobernador de Tucumán, buscó defenderse en el juicio en donde se lo acusa de abuso sexual a una sobrina. “Este es un juicio armado, mi idea es dar la cara y que se pueda esclarecer todo. Y que cuando yo termine todos puedan tener una idea de que yo no abusé de ella”, dijo mencionando en un apodo a la víctima. “Eso es una mentira”.
Con estas palabras, Alperovich inició su declaración que estaba siendo seguida por los medios que estaban presentes, con trasmisión en vivo. Curiosamente, el juez decidió habilitar la difusión de este pasaje, cuando al inicio del debate oral había dejado claro que no podía ni siquiera usarse el celular en las audiencias. Solo se iba a permitir la difusión del día de inicio y en el momento de la apertura de los alegatos y la sentencia.
“Cuando yo termine de hablar, todos podrán tener una idea de que yo no abusé de Flor, eso es una mentira, soy un hombre de casi 70 años, doctor. Lo que me está pasando no se lo deseo a mi peor enemigo. Yo defiendo a las víctimas que tienen que ser defendidas con respecto a todo, pero hace 5 años que estoy sufriendo por todos los medios ‘Alperovich violador’, y la verdad es que me cambió la vida, doctor”, le dijo al juez.
“Quizás a nadie le interese esto, pero un hecho de estas características a uno le cambia la vida, yo soy un hombre muerto en vida, tengo a mi familia que está destruida, pero confío y vengo a dar la cara. Vengo a que se saquen todas las dudas, y mi mayor deseo es que al final de esto se sepa la verdad”, remarcó.
Con estas palabras, Alperovich inició su descargo a la espera de las preguntas de los acusadores y de su propia defensa.
El tres veces gobernador de Tucumán está imputado, en efecto, de haber cometido contra F.L., de entonces 29 años, tres hechos de abuso sexual -dos de ellos en tentativa- y seis sucesos de violencia sexual agravada por acceso carnal. Para los acusadores, el político habría cometido la totalidad de los delitos entre el 14 de diciembre de 2017 y el 26 de marzo de 2018 en las ciudades de San Miguel de Tucumán y Yerba Buena, y en un departamento de Alperovich en el barrio porteño de Puerto Madero, mientras su sobrina trabajaba como su asistente personal en la campaña electoral de 2018-2019 para regresar a la gobernación provincial.
“La prueba va a decir la verdad”, afirmó el exmandatario el primer día del juicio, a cargo del Tribunal Oral Federal 29, en cabeza del juez Juan Ramos Padilla. “Sí, señor juez, mis abogados me piden que postergue la declaración para el final. (…) Sé que todos dirán lo mismo, pero yo quiero decirle, señor juez, que tengo 68 años, 11 nietos, 4 hijos… Quiero la verdad, porque esto me mató”, expresó aquel 5 de febrero.
A su vez, ese día precisó: “¿Voy a arruinar mi vida a esta edad? Yo no abusé de ella”, y sobre el origen del proceso penal en curso, añadió: “Esta causa fue armada”.
La sala de audiencias del tribunal porteño, ubicado en la calle Paraguay al 1500, se llenó de cámaras y grabadores para registrar la declaración final del imputado. Alperovich se sentó en el centro del recinto, entre su abogado Augusto Garrido, el fiscal Sandro Abraldes y los querellantes Pablo Rovatti y Carolina Cymerman. Antes de repasar todos los segmentos de la denuncia, y negar categóricamente hecho por hecho, el juez le avisó que podría negarse a contestar preguntas de las partes, según lo estipula el código procesal.
“Es incomprensible para mí esta acusación. La verdad que no lo entiendo. Como tampoco entiendo cuando veo el juicio y en su declaración ella dice que yo intenté avanzar sobre ella en Buenos Aires y me dijo que no. Yo creo que esto está armado. (…) Esto está hecho de alguna manera para que tenga la trascendencia que ha tenido”, explicó, y añadió: “Ella lo que quiere instalar es que yo quiero prostituir a la secretaria. Esa es la verdad, pero no es cierto”.
Luego reiteró: “Esta causa es una gran mentira para poner títulos. Como ese título que dice que yo hablaba de ser como el violinista André Rieu, a quien ni conozco. Pero el título es que yo era un violín. Nada de eso fue cierto”.
Ante una pregunta de su defensor, el imputado declaró que a la denunciante la conoció cuando ella tenía 27 años. “F.L. es hija de un primo mío, con quien yo tenía una excelente relación, me acuerdo de que a él lo acompañé hasta la muerte de su padre. Teníamos una buena relación. Pero yo a ella la vi por primera vez a fines de 2017, cuando se presentó a mi casa porque quería sumarse la campaña. F.L. declaró que vino por parte de un pariente, pero eso no es cierto. Ella se comunicó con mi hija Sarita en el subsuelo de la Casa de Gobierno, donde tenía un cargo permanente, y F.L. le pidió que quería venir a ayudarme”.
“Yo a todos les doy oportunidades porque en política uno suma y prueba si funciona o no. Yo ya estaba en campaña electoral -donde disputó la gobernación contra Juan Manzur en 2019-, así que le dije que sí. Antes no había tenido trato personal con ella, nunca la había visto. Cuando le dije que sí, también le dije ‘tu crecimiento va a depender de vos’. Porque toda persona que quiere crecer en política no requiere solamente llegar a un cargo, sino aprender de política, economía…”.
De acuerdo a las actuaciones, la denunciante colaboró como mano derecha del acusado entre fines de 2017 y 2019, mientras él ejercía la senaduría nacional tras ser electo para ese cargo en 2015. El 24 de mayo de 2019, en plena campaña electoral, la joven decidió presentar su renuncia. En noviembre de ese año publicó una carta acusando de abuso sexual a su tío segundo, quien pidió licencia sin goce de sueldo en la Cámara Alta. Allí se abrieron dos investigaciones -una en Tucumán y otra en Buenos Aires- que luego se terminarían unificando por orden de la Corte Suprema de Justicia.
Después de hablar sobre algunas fotos, chats y videos agregados al expediente, el exsenador, asido de un amuleto religioso en sus manos, comentó: “Señor juez, todo esto me da bronca. Porque lo que yo estoy viviendo no se lo deseo ni al peor enemigo. Se lo juro por lo más sagrado. Esto es peor que la muerte. Y cuando uno sabe que no ha hecho nada… Pero bueno, yo confío doctor, yo confío”.
Alperovich desarrolló con minucia cómo era la rutina durante las actividades proselitistas entre 2018 y 2019. Dijo que con su equipo viajaban todos los días al interior para visitar distintas localidades de la provincia y que se reunían con frecuencia en su casa de la calle Martín Fierro, en San Miguel de Tucumán, cuya sede cumplía la función de un búnker electoral. Allí explicó también que “nunca viajé solo con F.L en el auto” ni “me quedé a solas con ella”. “La denuncia dice que yo andaba en paños menores por la casa de Martín Fierro, pero esa es otra mentira más. Nunca existió eso”.
Además, aclaró que cuando volaba a Buenos Aires para cumplir sus funciones en el Senado, donde la joven ya se desempeñaba en la campaña como un “cuadro político” de “mi mayor confianza”, cada uno dormía en habitaciones separadas en uno de sus dos departamentos de Puerto Madero.
Luego de dos horas de exposición, el defensor Garrido solicitó un cuarto intermedio de 10 minutos. A su vuelta, le preguntó al imputado cómo era el trato cotidiano con la denunciante. Allí el imputado dijo: “Mire señor juez: yo soy una persona que sé conducir, porque armé equipos desde mi empresa, la gobernación y cuando fui ministro de Economía. Sé que si vos maltratás a alguien, no te va a rendir. Siempre hemos tenido un buen trato. Si había algún error, lo marcaba, porque yo era el conductor, pero nunca hubo un maltrato público ni privado”.
Y agregó: “Con el equipo en general había un excelente trato, porque si no, no se puede trabajar, es imposible. Vos tenés que hacer sentir a la gente como que es parte de la solución, que es útil. Yo le hago sentir a cada uno que sin él es imposible llegar. Esa es mi manera de ser, y así fui toda mi vida (…) F.L. trabajo así conmigo 18 meses”.
Minutos después, al referirse a la supuesta “asimetría de poder” que sostiene la acusación en relación al vínculo de Alperovich con la denunciante, el exmandatario dijo: “F.L. era una chica grande, tenía 27 años y se había ido a los 20 de su casa. Era una chica independiente. Era un cuadro político y ocupaba un lugar importantísimo en la campaña. No era que solo armaba la agenda: participaba, opinaba, todo. En ese cargo, si yo no la empoderaba, no iba a andar. Imagínense lo que son las distintas culturas de los candidatos…F.L. tenía poder; decía que sí y que no. De hecho, he tenido un montón de problemas porque decía que no, y yo la bancaba. Era la número dos mía. Era una chica que tenía carácter, de la mesa chica”.
Luego abundó: “Si se habla de asimetría de poder, más asimetría de poder habría entre F.L conmigo que entre ella con sus dirigentes, porque los tenía cagando a todos. Todos tenían que ir a ella. Y no era una personalidad empobrecida. Para ser la numero dos de la campaña, no se manejaba así nomas. Todos tenían que recurrir a ella. No solamente los dirigentes, sino los equipos técnicos”.
La decimocuarta audiencia se detuvo con un segundo cuarto intermedio de unos 30 minutos. Esta vez, solicitado por el mismo declarante, quien, visiblemente mareado, y con temblor en las manos, interrumpió la mitad de una frase para pedirle al juez “cinco minutos para tomar un poco de aire”. Ramos Padilla asintió en el acto. De ese forma el acusado salió con su equipo de abogados y sus cuatro hijos –Daniel, Gabriel, Mariana y Sara- al pasillo de los tribunales para descansar.
A su vuelta, se sentó con una botella de agua en su mesa individual, en el medio de una sala repleta. Habló con sus familiares antes de retomar la sesión. Luego, al reiniciar, apuntó: “Una persona normal no va a la casa del abusador a tomar mate con mi señora, como hizo ella, no toma mate con mis hijos ni viene a jugar con mis nietos. No me entra en la cabeza eso, señor juez, porque no lo hace una persona normal”.
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