Lluís Lozano

Madrid, 31 may (EFE).- Ataviado con un casco de moto y arrastrando una maleta, un hombre entra en el edificio de Madrid en el que vivía la estadounidense de origen colombiano Ana María Knezevich y tapa parcialmente las cámaras de seguridad con un espray negro. Minutos después sale por su propio pie, probablemente cargando el cuerpo de ella en la maleta.

Así lo cree la Policía Nacional, cuyos investigadores han recabado numerosos indicios que acreditan que el marido de la desaparecida -detenido el pasado 4 de mayo en Miami y en prisión provisional- se encuentra tras un crimen motivado por un proceso de separación y el reparto de un patrimonio millonario.

Las pruebas que conforman el relato de los hechos, que constan en el sumario del caso, al que ha tenido acceso EFE, se desprenden de las grabaciones de cámaras de tráfico de toda Europa, los posicionamientos del teléfono del sospechoso y las declaraciones de varios testigos que le sitúan en los lugares claves.

La primera de todas es su viaje desde Belgrado hasta Madrid en un coche que alquila el 29 de febrero en la capital serbia, de donde es oriundo. Tres días después entra en España por el paso fronterizo de la Junquera (norte) y se dirige a Madrid portando una matrícula serbia robada.

En algún momento entre la noche del día 1 y el mediodía del 2 roba otra matrícula, esta española, a un coche estacionado en la localidad madrileña de Alcalá de Henares y se la coloca a su vehículo de alquiler.

El siguiente punto de su travesía en el que se centran los agentes tiene lugar la mañana del día de la desaparición en una ferretería de la localidad madrileña de Coslada, donde adquiere un espray de color negro y una cinta americana.

Antes de dirigirse al piso de su pareja hace una última parada en una tienda especializada en motociclismo y compra un casco y una chaqueta.

Con todo ello se persona en la residencia de Knezevich donde las cámaras y las antenas sitúan tanto su coche como su teléfono.

Haciéndose pasar por un repartidor a domicilio entra al domicilio y rocía con el espray negro las cámaras de seguridad, aunque solo parcialmente. Coloca la cinta americana en la cerradura del portal para evitar que se cierre y se va en busca de una maleta.

Con ella regresa a los pocos minutos y con ella vuelve a salir, supuestamente con el cuerpo de Ana María -que medía 1,47 metros y pesaba 45 kilos- en su interior. La misma de la que se deshizo en algún punto de su viaje de vuelta a Belgrado, que culminó más de un mes y medio y 7.677 kilómetros después.

Otro de los indicios que acorralan a David son los mensajes que intercambió ese mismo día con una mujer con la que mantenía una relación extramatrimonial.

«Necesito tu ayuda. Tengo una amiga en Serbia que es escritora y tiene un personaje que es colombiano con unas pocas frases que tiene que traducir del inglés al castellano de la forma en la que lo diría un colombiano. ¿Serías capaz de hacerlo?», le pregunta el sospechoso a su amante.

Ella accede y le devuelve la traducción: «Conocí a una persona muy chévere. Tiene un casa de recreo a unas dos horas de Madrid. Ahora nos vamos y pasaré unos días allí. Aunque apenas hay señal. Te marco cuando vuelva. Besos».

Usando el móvil de la desaparecida, le mandó ese mismo mensaje a dos de sus amigas con la intención de engañarlas y tratar de disimular el crimen, según los investigadores.

No obstante, uno de ellos lo envió en castellano y otro en inglés, empleando en ambos casos expresiones que las destinatarias reconocieron como impropias de su amiga y que levantó las sospechas que las llevarían a denunciar su desaparición días después.

La Policía Nacional recalca, para concluir, que el ahora detenido tenía un móvil para cometer el crimen: él no quería divorciarse de ella y mucho menos repartirse equitativamente su patrimonio, empresas e inmuebles valorados en unos diez millones de dólares.

Esta semana los investigadores, en colaboración con siete agentes del FBI, han estado buscando el cuerpo de Ana María de momento sin éxito. EFE

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