El 2023 no solo fue el año más caliente registrado hasta el momento, también marcó un récord en lo que respecta a las sequías. La reducción en las precipitaciones, las temperaturas superiores a la media y las olas de calor recurrentes, hicieron que estos eventos se repitieran en varios países de la región.
El 17 de junio se celebra el Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía, pero la situación en el planeta es tan alarmante que las Naciones Unidas (ONU) han dedicado este año al tema. Y la región latinoamericana no es ajena a la problemática.
Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, el número y la duración de los períodos de sequía han aumentado un 29% desde el año 2000. La situación podría afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial para el 2050 si la tendencia no cambia.
Según el informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Estado del clima en América Latina y El Caribe 2023, casi todo México, el centro de Chile, el Altiplano, la parte occidental y oriental de la Amazonia, los Andes centrales y meridionales, así como buena parte de Centroamérica, la zona central de Venezuela y las Guyanas fueron afectadas por sequías severas. Otros países como Cuba, República Dominicana y Haití padecieron eventos de escasez hídrica más moderados, pero, en general, la mayoría de los países han padecido los efectos del estiaje.
Juan Rivera es doctor en Ciencias de la Atmósfera e investigador del CONICET y explica la situación: “La ocurrencia de sequías afectó a la región central del país principalmente en la primera mitad del año 2023, período en el cual todavía prevalecía la influencia del fenómeno de La Niña que se extendió por tres años y afectó fuertemente a la región de la Cuenca del Plata, generando bajantes muy pronunciadas en sus principales ríos. La agricultura se vio fuertemente afectada por la sequía en la campaña 2022/23, con pérdidas cercanas al 50% en los principales cultivos de la región Pampeana. Al establecerse el fenómeno de El Niño durante la segunda mitad del año, las precipitaciones se recuperaron y se redujo el área afectada por sequías a nivel país. En la región de Cuyo, la acumulación de nieve en la Cordillera de los Andes alcanzó niveles normales luego de 12 años de déficit”.
Pero, ¿qué relación hay entre la sequía y la desertificación? “La sequía, la degradación de suelos y la desertificación son fenómenos que suelen coexistir, en particular en Argentina, donde dos tercios de la superficie corresponden a tierras áridas o semiáridas. En el Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación buscamos cuantificar estos procesos y sus interacciones, a fin de generar herramientas para su mitigación. Es un trabajo importante teniendo en cuenta la extensión del territorio nacional y las distintas realidades que existen en relación con el clima, los usos del suelo y los procesos interdisciplinarios que permiten el desarrollo de prácticas de manejo sustentable de tierras”, agrega el investigador.
Tierras secas
En la Argentina, las tierras secas ocupan el 70% del territorio nacional y se ven afectadas por el manejo ganadero, forestal o agrícola no sostenible; la deforestación y el uso inadecuado de los recursos hídricos. Los factores que llevan a la pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos pueden ser la erosión hídrica y eólica, la disminución de la cobertura vegetal y de la productividad de la vegetación natural y la alteración del ciclo hidrológico.
También existe una relación con el aumento de las temperaturas: “Las mayores temperaturas contribuyen a un mayor impacto de las sequías. Esto lo analizamos puntualmente considerando diversos episodios de olas de calor en la temporada 2022/23, los cuales contribuyeron a reducir drásticamente la humedad del suelo, generando episodios de sequías de rápido desarrollo”. “También sabemos que en la región cordillerana de Cuyo y Patagonia hay una tendencia hacia una disminución en las precipitaciones que es atribuible parcialmente a las actividades humanas, lo cual genera que se den episodios de escasez hídrica cada vez más frecuentes”, indica Rivera.
El informe de la OMM detalla: “El año más seco en México del que se tienen datos (los registros empezaron en 1941) fue 2023. A finales de septiembre, la sequía ya afectaba al 76% del país, siendo particularmente extrema en gran parte de las zonas centro y norte. La pluviosidad en 2023 estuvo por debajo de la media en casi toda América Central. El bajo nivel de agua restringió el tráfico en el canal de Panamá desde agosto”.
La Niña
También describe que durante el primer semestre del año, los efectos de La Niña seguían siendo visibles; los efectos en cadena de la falta de agua en la cuenca de La Plata afectaron sobre todo al Uruguay, el norte de la Argentina y el sur del Brasil. “Entre enero y agosto, las precipitaciones se situaron entre el 20% y el 50% por debajo de la media en gran parte del norte y centro de la Argentina, y algunas regiones experimentaron su cuarto año consecutivo de precipitaciones muy por debajo de la media. En la Argentina se produjeron cuantiosas pérdidas en las cosechas, con una producción de trigo durante el bienio 2022/2023 más de un 30% inferior a la media quinquenal”, describe el reporte.
Hasta un 40% de la tierra del mundo ya está degradada, lo que afecta directamente a la mitad de la población mundial, y se calcula que 3.200 millones de personas en todo el mundo sufren los efectos negativos de la desertificación. Para 2050, se espera que más de tres cuartas partes de la población mundial se vea afectada por las sequías.
El pasado 5 de junio, que se celebró el Día del Ambiente, la comunidad internacional buscó apoyar la aceleración de los avances en los compromisos globales, que incluyen la protección del 30% de la tierra y el mar para la naturaleza y la restauración del 30% de los ecosistemas degradados del planeta.
Aunque los países han prometido restaurar mil millones de hectáreas de tierra para 2030, las tendencias actuales sugieren que sería necesario restaurar 1.500 millones de hectáreas para cumplir los objetivos de neutralidad de la degradación de la tierra para dentro de seis años.