La cantante estadounidense Lana del Rey actúa en el escenario del Primavera Sound Festival en Barcelona (EFE/Alejandro Garcia)
La cantante estadounidense Lana del Rey actúa en el escenario del Primavera Sound Festival en Barcelona (EFE/Alejandro Garcia)
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Salió media hora más tarde y decidió echarle la culpa a los límites horarios impuestos por el propio festival, pero cuando la reminiscencia de tu yo más idolatrado revive en el escenario del Primavera Sound, el retraso es sólo una característica extra del mito. Lana del Rey, enfundada en un vestido de cristales confeccionado por Dolce & Gabbana y unas botas de Christian Louboutin que también viste Taylor Swift en su The Eras Tour, interpretó las canciones que la llevaron a ser odiada por los críticos musicales y adorada por los adolescentes sumergidos en una tormenta existencialista.

Born To Die, Summertime Sadness, Video Games, Ride… los himnos de una generación pasada por el filtro de Tumblr. sonaron con la delicadeza de quien no tiene nada que demostrar. Etérea, divina y esotérica, Lana del Rey conquistó al público más grande de la edición. No cabía una corona de flores o lágrima más en un show casi idéntico al de Coachella (con la excepción del retraso, un hándicap que se saldó con varios desmayos). No sabemos si salió tarde porque no le convencía el peinado (una teoría que apareció tras su comentado retraso en la pasada edición de Glastonbury) o porque, sencillamente, se equivocó de hora, pero tampoco pareció importarle a un público entregado a su leyenda de Lolita torturada.

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La última edición del Primavera Sound ha sido un ejercicio de fervor mitómano: algunos dedicados y rendidos a los clásicos y otros a las divas más sustanciales del panorama pop actual. La semana comenzaba con la jornada inaugural (y gratuita) que comprendió el concierto de las Stella Maris, la banda pseudocatólica creada por Javier Calvo y Javier Ambrossi para su serie La Mesías. El público extranjero no entendió nada de lo que aconteció en el escenario. Las canciones que visten los episodios de la exitosa ficción se convirtieron en una performance eclesiástica en la que aparecieron Albert Plá y Carmen Machi, la clara protagonista de la noche al entrar en procesión al escenario, Hidrogenesse y Mainline Magic Orchestra. También hubo castellers y muchos visuales entregados a la deidad y la fe. El público extranjero no dudó en preguntar a los locales de si se trataba de una banda real y religiosa. Los Javis conformaron su propio Corpus Christi ante la fascinación colectiva.

Las Stella Maris, en el Primavera Sound 2024 (EFE/ Quique García)
Las Stella Maris, en el Primavera Sound 2024 (EFE/ Quique García) (Quique García/)

No sólo la deidad de las Stella Maris brilló en el Parc del Fòrum. Cada asistente confeccionó su particular calendario de mitomanía. Podía ser Pulp, Vampire Weekend o Charli XCX, que se marcó uno de los mejores conciertos de la edición con una steadycam (ahora todas quieren ser Rosalía, parece) y tres lonas monocromáticas con las que adelantó el lanzamiento de Brat, su próximo álbum que llega este mismo viernes. La energía de la británica, que parecía cantar ante un público local, la confirma como la superpotencia que siempre ha sido, pero que ahora parece contar con el beneplácito generalista. Canciones como 360, Club Classics, Von Dutch convirtieron la última jornada del Primavera Sound en una celebración de culto a una diva pop de lo más enérgica.

Otra de las deidades de la generación centennial tuvo la difícil tarea de ser telonero de Lana del Rey. Troye Sivan tenía un sueño y tres outfits, y acabó encandilando a un público que pedía a gritos escuchar éxitos como Rush, One Of Your Girls o Got Me Started. Salió Guitarricadelafuente con una camiseta en la que se podía leer ‘Mariconna’ para interpretar, junto al australiano, In My Room. El olor a popper se apoderó de zona habilitada para los grandes conciertos. Los crop tops sobresalían en “el público más grande en el que he tocado nunca” según el propio Troye. Su set no fue un calentamiento previo a la salida de la interprete estadounidense, más bien un potentísimo ente de hits que no necesitó de ninguna justificación para su supervivencia. Coreografías y un aura de Madonna: nadie se resistió a su energía.

El público en el concierto de Lana del Rey (EFE/Alejandro García)
El público en el concierto de Lana del Rey (EFE/Alejandro García) (ALEJANDRO GARCÍA/)

La última jornada estuvo pasada por agua. La meteorología avecinaba un porcentaje moderado de precipitación, pero los rayos y los truenos se convirtieron en los efectos especiales no deseados en el Fórum. La que tuvo que aguantar el chaparrón fue Mitski. Su concierto fue una perfomance rítmica sacada de las coreografías contemporáneas que se interpretan en cualquier escuela de danza. Dos sillas, una plataforma circular y un look similar a los que causan furor en Uniqlo. Su discografía no es para pusilánimes. Sus canciones son incluso más crudas que la glorificación de la depresión que ejecuta Lana. La luminosidad de la tormenta en Barcelona acompañó a una intérprete que enmascara su dolor lírico con la dulzura de su voz. Pese a la lluvia, el público permaneció estoico.

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Las banderas de Palestina se erigían entre un público conmovido por la diversidad liberadora del cartel del festival. La edición se cerró con el We Are The World, la canción escrita por Michael Jackson y Lionel Richie que sonó mientras el sol se ponía y anunciaba el fin de la nueva edición del Primavera Sound.