Un verdadero dolor de cabeza en los últimos años para los gobiernos, dado su alto impacto en el índice de la inflación, es el precio de la carne. Sin embargo, el rubro no aportó más que alivio este año al Índice de Precios al Consumidor (IPC) que mide el Indec. Esto a pesar de que tras la devaluación de diciembre del año pasado, que llevó la inflación a un salto de 25%, se vaticinaban precios estratosféricos como $25.000 el kilo de asado, Sin embargo, ocurrió todo lo contrario: en términos reales, la carne está hoy 15% más barata que hace diez meses lo que de todos modos no logró evitar que el consumo se derrumbara a niveles históricos mínimos.
Pero esa realidad podría cambiar a partir de este mes, en ambas dimensiones: precios y consumo. En ninguna de las dos, sin embargo, se prevén variaciones drásticas.
Es la conclusión que aporta un trabajo reciente del economista del Ieral, Franco Artuso, según el cual la carne es uno de los rubros que menos presión ejerció sobre los precios al consumidor en lo que va de este año. La caída real en el precio de la carne “disminuyó la incidencia en el índice general de los precios al consumidor y ha contribuido al retroceso de la inflación que se viene observando en este 2024″, aseguró y explicó que de acuerdo a la participación con la que aparece la carne vacuna en las canastas de consumo que habitualmente monitorean los organismos estadísticos cuando elaboran los índices de precios (5-6%), la carne pasó de aportar 2,2 puntos porcentuales a la inflación de diciembre 2023 a aportar apenas 0,11 puntos a la inflación hasta 2024.
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Eso tomando como referencia el precio de 18 cortes a esa fecha, con un valor promedió de $7.445 por kilo al consumidor mientras que en agosto, la variación según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (Ipcva), fue de 7% en promedio. Es un precio que desde fin de año pasado no ha variado muy significativamente
Sin embargo, ahora se vislumbran dos factores que podrían modificar esa tendencia. “De cara a lo que viene el gran interrogante es qué sucederá con el precio de la carne durante los próximos meses; si tiene margen para seguir bajando y contribuyendo a la desaceleración general de los precios, o si, por el contrario, a partir de ahora comenzará a valorizarse”, planteó el analista quien señaló que existen elementos tanto por el lado de la demanda como de la oferta que configuran un escenario de suba de precios.
Por el lado de la demanda –sostuvo–, si la actividad económica comienza a repuntar, como se espera que suceda hacia fines de año, las familias deberían ir retornando a sus patrones de consumo habituales pujando por una mayor participación de la carne vacuna en sus canastas (que hoy está en pisos) y el factor bajista que implica la sustitución por otras carnes en el mostrador tendería a atenuarse. Ese factor fue, durante los primeros siete meses del año, al menos, fundamental en la estabilidad del precio ya que los hogares reemplazaron esos consumos por pollo o cerdo, cuyos precios tuvieron una variación mayor aunque se mantuvieron por debajo de la carne vacuna.
Por el lado de la oferta, la producción de carne cayó casi 9% interanual durante los primeros siete meses del año y la hacienda que típicamente abastece al mercado interno se valorizó casi proporcional (vaquillonas y novillitos subieron 7-8% real interanual en Cañuelas). Este año la faena, por ende, la producción de carne cerrará sin dudas por debajo del año anterior que fue récord.
Si a esto se le suma que estacionalmente la hacienda en pie, el principal costo en la producción de carne, tiende a corregir para arriba en los últimos trimestres, y que podría comenzar a arbitrar un mayor precio para la exportación debido a la reciente reducción de aranceles sobre los productos y subproductos cárnicos, las presiones para los precios en mostrador también serían al alza por el lado de la oferta durante los próximos meses.
Claro que ese panorama podría, una vez, no producirse en un producto tan sensible al precio. De hecho, a pesar de la caída respecto de diciembre, la carne vacuna no se encuentra “barata” en relación al pasado sino 6% por encima del promedio de enero a julio del año pasado, lo que explica que su consumo haya caído 20% interanual y se encuentre hoy en mínimos históricos.