20/06/2019 Alumnos, estudiantes, instituto, colegio.
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Mïchael Richard comenzó a ser profesor de educación física y deportes en el año 2009. Acumula más de 15 años de experiencia, pero es muy difícil que pueda olvidar lo que vivió durante el pasado curso. En el mes de marzo, realizó un viaje con otros profesores del Instituto Saint-Riquier, en Amiens (Francia), en el que tuvieron lugar una serie de sucesos que, para él, fueron motivo de denuncia a la dirección.

Llevaba cinco años trabajando en el centro, cuando en esa pequeña aventura que realizaban con los alumnos para que estos pudieran esquiar, se percató de que algunos profesores bebían de mas por las noches. “En términos de alcohol, para algunos resultaría excesivo”, relata a la cadena de televisión France 3. Al fin y al cabo, ellos eran los responsables del cuidado de los menores durante el viaje. “Son comportamientos de adultos que van a esquiar juntos”, reflexiona, “no son comportamientos de profesores”.

Decidió hablar con el director

Las imágenes de estas fiestas entre los profesores acabaron circulando por WhatsApp, con imágenes incluso de los profesores mostrando las nalgas. Un hecho que, junto a los cargos de conciencia, motivaron a Michaël a hablar con la dirección del centro. “Si un estudiante hubiera venido en ese momento, ¿qué habría visto?”, pregunta. “O no habría dicho nada o habría dicho a sus padres ‘yo vi a los profesores hacer eso’ y no quiero que me asocien con ello. No quiero que la policía venga a tocar a mi puerta preguntando si estaba esquiando en 2023″.

Unido a esto, entre los miembros del equipo docente se había convertido en habitual jugar al “juego de la aceituna”. Una broma que consistía en que, si alguien estaba inclinado hacia adelante, otro venía y le metía el dedo en el culo. Él había insistido muchas veces en que no le gustaba nada eso, pero igualmente un compañero se lo hizo durante el viaje. “Le dije que para mí era una agresión sexual, se enojó y me amenazó”.

Los responsables del centro reprimieron a los profesores, pero nada cambió. Al contrario, Michael quedó señalado por haber denunciado a sus compañeros y comenzó a sentirse excluido. Siguió denunciando al director del instituto diferentes comportamientos hostiles de los que era víctima, hasta que finalmente, tras una reunión en la que todo explotó, decidió presentar una denuncia por agresión sexual del profesor que le había gastado la broma.

Un traslado, una bajada de sueldo y una denuncia

Arrancó una investigación interna por parte del Rectorado -la administración responsable de la educación en Francia a nivel local-, pero en julio de 2024, recibió una notificación en su móvil: habían decidido cambiarle de instituto. “Me despidieron a mí y no a los demás”, protesta Michaël, “es muy injusto”. El cambio de centro también le suponía un número menor de horas lectivas, por lo que además vio cómo su salario, a raíz de la denuncia, bajaría 400 euros.

Desde el rectorado, aseguraron que en ningún momento se trató de “una medida disciplinaria en su contra”. Al contrario, se había tomado “en interés del servicio y de los estudiantes, en vista de la fuerte tensión que se había desarrollado entonces en el seno del equipo docente”. Decidió, a principios de septiembre, acercarse de nuevo al instituto “para decirles a los alumnos y a los padres que hablen si son testigos de cosas perturbadoras”. Desde el centro llamaron a la policía y presentaron una denuncia por alteración del orden público, difamación y desacato.

La historia acaba con Michäel Richard sin dar clase, por primera vez desde 2009. Justo antes de que comenzara el curso, pidió la baja por enfermedad y todavía no se ha recuperado. “Estoy destrozado, ni siquiera enfadado”, declara a la cadena France 3. “Me han quitado las ganas de hacer mi trabajo”. No se siente con confianza para afrontar sus responsabilidades, ni de relacionarse con otros compañeros. “Voy a intentar volver, pero ya no estoy motivado. Soy un cascarón vacío. No podrán obligarme a aceptar algo que considero injusto”.