En las últimas décadas, Europa ha experimentado una transformación demográfica significativa debido a la inmigración masiva desde países con mayoría musulmana. Este fenómeno, impulsado mayormente por la demanda de mano de obra barata, ha tenido consecuencias profundas y no anticipadas como la importación de extremismo religioso y político, contribuyendo a la radicalización de sectores de la sociedad y exacerbando tensiones sociales.
Durante el auge económico de la posguerra, muchos países europeos recurrieron a la inmigración para suplir la falta de mano de obra en sectores claves. Alemania, Francia, y el Reino Unido fueron algunos de los principales destinos. Inicialmente, los inmigrantes provenían de países como Turquía, Marruecos y Argelia, con el fin de cubrir trabajos que la población local no estaba dispuesta a realizar. Sin embargo, finalizada la bonanza económica desde los 70, la dinámica inmigratoria europea cambió trayendo consigo ideologías radicales de varios países musulmanes, donde enfrentados a movimientos internos de extremismo religioso y político encontraron en la emigración una vía para deshacerse de aquellos.
Gilles Kepel documentó cómo durante los 80 y 90, Arabia Saudita financió la expansión del wahabismo en Europa a través de mezquitas, centros y escuelas islámicas, no sólo promoviendo una versión omnicomprensiva del Islam sin respeto por el estado de derecho ni por la democracia, sino además convirtiéndose en focos de reclutamiento para grupos extremistas como Al-Qaeda. Esta estrategia permitió al régimen saudí deshacerse del extremismo desviando además la atención de la comunidad internacional sobre sus violaciones a los derechos humanos.
Similarmente Egipto ha enfrentado la amenaza de grupos islamistas radicales como Al-Gama’a al-Islamiyya y la Yihad Islámica Egipcia. Durante las mismas décadas, bajo una intensa represión estatal, muchos miembros de estos grupos buscaron asilo en Europa, particularmente en el Reino Unido, permitiendo a Egipto disminuir la violencia terrorista local, involucrándose en actividades extremistas en sus países de acogida.
Durante el mismo período, Pakistán también enfrentó problemas significativos con grupos islamistas radicales, especialmente en áreas tribales y la región de Jaiber Pastunjuá. Elementos de organizaciones originarias de Cachemira como Lashkar-e-Toiba y Jaish-e-Mohammed, emigraron a Europa donde continuaron sus actividades de reclutamiento y radicalización, reduciendo la presión interna en Pakistán.
En Argelia, durante la guerra civil en los 90 entre el gobierno e islamistas radicales como el Grupo Islámico Armado (GIA), muchos de estos elementos ante duras represalias optaron por emigrar a Europa, especialmente a Francia. Según Oliver Roy, este éxodo redujo la violencia interna en Argelia, pero radicalizando las diásporas argelinas en Europa.
Así, en lugar de integrar una mano de obra dispuesta y adaptada, Europa acogió individuos que amenazan la cohesión social y la seguridad interna. Y si bien muchos inmigrantes han contribuido al desarrollo económico de sus países de acogida, trabajando en la construcción, la industria manufacturera, minería y servicios, la falta de políticas inmigratorias selectivas, de integración efectiva y adaptación sociocultural ha fortalecido las comunidades extremistas. La falta de control sobre la radicalización en las comunidades revela también la desconexión entre las autoridades y los inmigrantes de segunda y tercera generación.
La aparición de áreas urbanas de París, Bruselas, Estocolmo, Copenhague, Berlín, Hamburgo y Londres, donde las leyes locales son desafiadas por normas comunitarias basadas en interpretaciones omnicomprensivas del Islam y sin respeto por el estado de derecho democrático, son ejemplos de cómo aquellas deficiencias llevaron a la radicalización de una nueva generación de musulmanes europeos.
Específicamente el barrio de Molenbeek en Bruselas, descrito como un “nido de yihadistas” por Farhad Khosrokhavar, fue el origen de varios terroristas implicados en los atentados de París en noviembre de 2015 y de Bruselas en marzo de 2016. En Francia, Cherif y Said Kouachi más Amedy Coulibaly fueron los responsables de los ataques contra el semanario satírico Charlie Hebdo y un supermercado kosher en enero de 2015. Según Jonathan Laurence estos individuos crecieron en suburbios de París, influenciados por predicadores extremistas y redes yihadistas que operaban sin impedimentos de autoridades francesas. Similarmente al reciente atentado contra la Sinagoga en Le Grande-Motte, perpetrado por argelinos radicalizados. Abu Qatada, un clérigo jordano-palestino considerado embajador de Al-Qaeda en Europa, se estableció en Londres en los 90 y probado por Shiraz Maher, utilizó su posición para difundir propaganda extremista y reclutar jóvenes musulmanes para el Salafismo-Yihadista. Aunque fue arrestado varias veces, sus conexiones con redes extremistas en Europa y Medio Oriente más su probada instigación a los atentados del 11-9-2001 y a los del 11-3-2004 en Madrid, evidencian su libertad operativa bajo el asilo británico. Según David Cameron en un discurso del 2011, el multiculturalismo británico fracasó en abordar la radicalización islámica al permitir formar comunidades cerradas y poco integradas, facilitando la propagación de ideologías extremistas. En Alemania, los recientes atentados terroristas perpetrados por islamistas radicalizados en Mannheim y Solingen, más la prohibición y el cierre del Centro Islamista de Hamburgo, considerado por las autoridades alemanas una asociación de apoyo a Hezbolá respaldada por Irán, es entre otros casos producto del establecimiento por sobre todo en Hamburgo y Colonia, de inmigrantes con altos niveles de radicalización. Actualmente Alemania debe lidiar con la extorsiva exigencia de establecer un califato en el norte como solución a las actividades terroristas. Según Bassam Tibi y Peter Neumann, esto resultó de una inmigración masiva, sobre todo desde el 2015, carente de políticas de selectividad, control e integración efectiva.
Sin embargo, otros países europeos habiendo recibido inmigración musulmana, no han experimentado problemas significativos de terrorismo. Esto se debe a la naturaleza inmigratoria y las políticas de integración.
Portugal, cuya comunidad musulmana proviene de antiguas colonias como Mozambique, Guinea-Bissau y del Norte de África, no ha sufrido extremismo musulmán significativo. Mayormente debido a la naturaleza no radicalizada de los inmigrantes y la focalizada política de integración e inclusión comunitaria adoptada por las autoridades. Eslovenia, cuya comunidad musulmana está constituida por inmigrantes refugiados de Bosnia y Herzegovina, sin traer consigo ideologías extremistas e integrándose socialmente, tampoco padeció problemas significativos. Similarmente Islandia cuya comunidad musulmana proviene de Albania, Kosovo y algunos países árabes, pero cuya política de inmigración fue más selectiva con un enfoque personalizado hacia la integración comunitaria y el diálogo interreligioso, no tuvo incidentes relacionados con el radicalismo islámico. Malta ha sido destino de inmigrantes del Norte de África y Medio Oriente, pero a pesar de su proximidad con regiones de alta radicalización, no ha enfrentado problemas importantes de terrorismo islámico. Esto debido a la eficaz gestión gubernamental integradora y al carácter de la comunidad musulmana local. Polonia, habiendo recibido inmigración musulmana mayormente tártara y de países como Chechenia, tampoco tuvo problemas significativos. Las firmes políticas selectivas inmigratorias, evitando la masividad, más la integración centrada en la convivencia pacífica y el respeto mutuo, desarrolló una coexistencia duradera y una buena integración social.
Concluyendo, Europa priorizó la demanda de mano de obra barata importando un problema que amenaza su estabilidad. Sus intereses económicos y estratégicos sepultaron sus valores por falta de políticas migratorias que balanceen las necesidades con la seguridad y la cohesión social. Con una tasa de natalidad musulmana europea que duplica la cristiana, para el 2035 según Pew Research Center nacerán en Europa más musulmanes que cristianos. Por todo ello, ante la afirmación de Macrón en 2020 declarando que el mundo musulmán está en crisis, el Imam Mohammad Tawhidi respondió lúcidamente que quien lo está es Europa, debilitada y habiendo fortalecido el radicalismo islámico.